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lunes, 30 de junio de 2014

Documento. Carta abierta que un multimillonario gringo le escribió a sus colegas

Caricatura de Vicmar.



Despertad, esto no va a durar

Por NIick Hanauer
Es probable que no me conozcan, pero al igual que ustedes yo formo parte de ese 0,01%; soy un capitalista orgulloso y sin complejos.

He fundado, cofundado y financiado más de 30 empresas en una amplia gama de industrias, desde el Night Club que abrí cuando tenía apenas 20 años, hasta gigantes como Amazon.com, del que fui el primer inversor externo a la familia. Luego fundé aQuantive, una empresa de publicidad en internet que fue vendida a Microsoft en 2007 por 6.400 millones de dólares. En efectivo. Mis amigos y yo somos propietarios de un banco.


Les digo todo esto para demostrar que en muchos aspectos no soy diferente de ustedes. Al igual que ustedes, tengo una perspectiva amplia de los negocios y el capitalismo. Y también al igual que ustedes, he sido recompensado obscenamente por mi éxito, con una vida que el otro 99,99% de los estadounidenses no puede ni siquiera imaginar. Tengo varias casas, mi propio avión, etc, etc. Ya saben de lo que estoy hablando.

En 1992, yo vendía almohadas confeccionadas por el negocio de mi familia, Pacific Coast Feather Co., a tiendas minoristas de todo el país einternet era una novedad algo torpe a la que uno se conectaba escuchando ese graznido tan particular del modem. Pero vi bastante rápido, incluso en aquel entonces, que muchos de mis clientes, las grandes cadenas de tiendas, estaban condenadas a la extinción. Sabía que tan pronto como internet se convirtiera en algo más rápido y fiable, (algo que no estaba demasiado lejos en el tiempo), la gente compraría on-line como locos. Adiós a Caldor, Filene y Borders. Y así sucesivamente con el resto de empresas.

Me di cuenta de que prever el futuro antes que la gente que me rodeaba, era la parte estratégica de mi éxito. La parte de suerte fue que tuve dos amigos, ambos con un talento inmenso, que también vieron el gran potencial de la web. Uno de ellos era un hombre del que probablemente nunca habran oído hablar, llamado Jeff Tauber, y el otro era un tipo llamado Jeff Bezos. Yo estaba tan emocionado con el potencial de internet que le dije a ambos Jeffs que quería invertir en lo que crearan, a lo grande. Lo que sucedió es que el segundo Jeff, Jeff Bezos me llamó primero para considerar mi oferta de inversión. Así que le ayudé a financiar su pequeña start-up librera.

El otro Jeff lanzó una tienda por internet llamada Cybershop, pero lo hizo en un momento en el que la confianza en la venta por internet era todavía baja, es decir, era demasiado pronto; la gente aún no estaba lista para comprar productos caros sin comprobarlos personalmente (a diferencia de productos básicos como los libros, cuya calidad no es tan variable). Cybershop no progresó, al igual que tantos otros proyectos que cayeron con la burbuja de las punto-com. Sin embargo, Amazon si salió adelante. Y ahora soy dueño de un gran yate.

Pero hablemos con franqueza. No soy la persona más inteligente que he conocido, ni el más trabajador. Yo era un estudiante mediocre. No tengo ningún tipo de conocimiento técnico y soy incapaz de escribir ni una sola palabra de código. Lo que me hace diferente, creo, es una gran tolerancia al riesgo y mi intuición sobre lo que sucederá en el futuro.

Ver hacia dónde se dirigen las cosas es la esencia de la iniciativa empresarial. ¿Y qué es lo que veo en nuestro futuro ahora? Veo horcas

Al mismo tiempo que gente como usted o yo prosperan más allá de los sueños de cualquier plutócrata de la historia, el resto del país, el 99,99% se está quedando muy atrás. La brecha entre los ricos y los pobres está aumentando muy, muy rápidamente. En 1980, el 1 % de la población controlaba aproximadamente el 8 % del ingreso nacional de los EE.UU.. La parte inferior del 50 % de la población compartía el 18 % de la riqueza. Hoy en día el 1 % posee alrededor del 20 % de las riquezas; el 50 % inferior, sólo 12 %.

Pero el problema no es que haya desigualdad. La desigualdad es inherente a cualquier economía capitalista. El problema es que la desigualdad se encuentra en niveles históricamente altos y empeora cada día. Nuestro país cada vez es menos una sociedad capitalista y más una sociedad feudal. A menos que nuestras políticas cambien drásticamente, la clase media va a desaparecer y nos veremos de vuelta a finales del siglo XVIII en Francia. Antes de la revolución.

Por eso tengo un mensaje para mis compañeros asquerosamente ricos, para todos aquellos que vivimos encerrados en nuestras burbujas cerradas: Despertad. Esto no va a durar.

Si no hacemos algo para arreglar las desigualdades en nuestra economía, las horcas van a venir por nosotros. Ninguna sociedad puede sostener este tipo de aumento de la desigualdad. De hecho, no hay ningún ejemplo en la historia humana donde veamos una riqueza acumulada como la actual y las horcas no hagan acto de presencia. Una sociedad tan desigual conlleva un estado policial. O una revolución. No hay contraejemplos. Ninguno. No se trata de si eso sucederá, sino de cuándo sucederá.

Muchos de nosotros pensamos que somos especiales porque “esto es América.” Creemos que somos inmunes a las mismas fuerzas que iniciaron la Primavera Árabe o las Revoluciones Francesa y Rusa. Sé que mis compañeros del 0,01% privilegiado tienden a descartar este tipo de argumentos; muchos de ustedes ya me han dicho directamente a la cara que estoy completamente loco. Y sí, sé que muchos de ustedes están convencidos de que, por el simple hecho de ver a un pobre con un iPhone, para ustedes la desigualdad es una ficción.

Aquí es cuando les digo: ustedes viven en un mundo de ensueño. Todos ustedes quieren creer que cuando las circunstancias se aproximen a un punto de inflexión, de alguna manera podremos detectarlo y subvertir el proceso antes de que todo estalle.

Pero cualquier estudiante de historia sabe que las cosas no suceden nunca de esta manera. Las revoluciones, como las quiebras, se aproximan poco a poco, y estallan de repente. Un día, alguien se prende fuego a lo bonzo y de golpe, miles de personas inundan las calles y antes de que te des cuenta, el país entero está quemando por los cuatro costados. Entonces es cuando la gente como nosotros apenas tenemos tiempo de llegar al aeropuerto y huir a Nueva Zelanda. Esa es la forma en que siempre sucede.

Si la desigualdad sigue aumentando como hasta ahora, esto va a acabar sucediendo. No seremos capaces de predecir cuándo y resultará terrible para todos. Pero especialmente para “nosotros”.

Lo más irónico del aumento de la desigualdad es que es algo totalmente innecesario y contraproducente. Si hacemos algo al respecto, si re-ajustamos nuestras políticas, como por ejemplo hizo Franklin D. Roosevelt durante la Gran Depresión, ayudando al 99 % y anticipándonos a los revolucionarios y a los locos, (a esos que vendrán a lincharnos con las horcas), estaremos haciendo lo mejor para nosotros mismos, la gente rica.

Entonces, no sólo salvaremos nuestras vidas; con toda seguridad, nos haremos aún más ricos.




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