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domingo, 30 de marzo de 2014

Análisis. ¿Qué hubo detrás de la destitución de Gustavo Petro?

Foto tomada de librered.net

La conspiración de la oligarquía

El mensaje que envía la clase dirigente colombiana es nefasto en momentos en que se dialoga con la insurgencia sobre la posibilidad de un acuerdo de paz: en Colombia cuando no se desaparece a la izquierda de la escena por la vía de las armas se le destierra por la vía de la muerte política. Pero al establecimiento le puede salir el tiro por la culata.

Por Luis Alfonso Mena S. (*)
La sanción del procurador Alejandro Ordóñez al alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, oficializada el miércoles 19 de marzo a toda carrera por el presidente Juan Manuel Santos, es una conspiración de la oligarquía colombiana, y especialmente de la bogotana, contra la posibilidad de que un gobierno de izquierda pudiera avanzar en la implementación de políticas de protección de lo público.

Fue un fallo arbitrario fundado en una ideologización de la sanción disciplinaria, pues castiga a Petro no por incurrir en un acto de corrupción, sino por tratar de poner en marcha una medida orientada a evitar el monopolio de la recolección de basuras por parte de capitalistas particulares que lo usufructúan en detrimento del beneficio de la sociedad.


Es más, ya un juez de la República falló positivamente sobre la legalidad de la actuación del Alcalde cuando expidió el Decreto 564 de 2012, mediante el cual ponía en marcha los cambios en el sistema de recolección, providencia que desvirtúa aún más la inhabilidad que por quince años profirió Ordóñez contra Petro.

La acción disciplinaria, que no judicial, contra el Alcalde de Bogotá fue ocasionada, entonces, por la interpretación que hizo el Procurador desde su posición de derecha, según la cual prima la libre empresa sobre el interés general representado, en este caso, en la posibilidad avizorada por Petro de la prestación del servicio de aseo a menores costos y con tarifas menos gravosas.

Así, se configuró un gran adefesio jurídico por parte de Ordóñez, que convirtió el desarrollo de una medida de administración pública en un acto sancionable, con lo cual hace, como decían los abuelos, una vía y dos mandados: cercena la posibilidad de que Bogotá tenga un gobierno alternativo, de un lado, y saca de la arena política a uno de los líderes de la izquierda más importantes, del otro.

De esta forma, el mensaje que envía la clase dirigente colombiana es nefasto en momentos en que se dialoga con la insurgencia sobre la posibilidad de un acuerdo de paz: en Colombia cuando no se desaparece a la izquierda de la escena por la vía de las armas se le destierra por la vía de la muerte política.

La clase dirigente, que quiere ver fuera del ‘ring’ como sea a Petro, se pasó por la faja las medidas cautelares proferidas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Cidh, que reclamaban la suspensión de la aplicación de la sanción por parte del presidente Juan Manuel Santos hasta tanto ella produjera una decisión de fondo.

Dijeron sus voceros que era una intromisión en el sistema jurídico interno, sacaron ases tramposos de sus mangas y “olvidaron” a propósito que otros fallos de la justicia internacional han tenido que ser acogidos por el Estado Colombiano, pues éste incorporó la Cidh como parte de su sistema jurídico interno.

La comisión es parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, cumple funciones de fiscalía (de instrucción o investigación previa), y por ello no se puede argumentar, como falazmente se hizo por los jurisconsultos del sistema, que las únicas medidas vinculantes eran las de la Corte.

Fue falso también que Petro tuviera otras vías dentro del sistema judicial interno para salvaguardar sus derechos políticos fundamentales en inminente riesgo de violación, ya que la acción de nulidad y restablecimiento del derecho consagrada en el Código Contencioso Administrativo y la revisión eventual en la Corte Constitucional del fallo del Consejo de Estado que negó una veintena de tutelas a favor del Alcalde no suspendían su destitución y sus fallos tardan en el tiempo: años, en el Consejo de Estado, y meses, en la Corte Constitucional.

Así que mintieron Santos y sus áulicos de todos los pelambres, que en esta oportunidad se unieron para manipular a una opinión pública confundida y desinformada por los grandes medios de comunicación, que esperaron como aves de rapiña el cadáver político del Alcalde para intentar despedazar esta posibilidad de lucha civilizada y democrática de un líder político procedente de la insurgencia e incorporado a la legalidad.

Esa ha sido la constante de la oligarquía colombiana a lo largo de la historia: falacias y traiciones. Pero la vida compleja de las sociedades produce sorpresas. Y una de ellas se puede estar incubando con Petro y el movimiento que salió a liderar, recogiendo las experiencias de otros líderes latinoamericanos defenestrados por las oligarquías en los países de Nuestra América.

A la clase dirigente le puede salir el tiro por la culata…

(Artículo actualizado en Cali el sábado 29 de marzo de 2014).


(*) Director del periódico alternativo PARÉNTESIS de Cali, Colombia.

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